Jesús está seguro que es un error seguir adelante con el viaje y que debe detenerlo.
--Esto es una locura.
Para Raquel también es una sorpresa.
--Me he querido morir. A Eugenio le da igual, ha hecho como si no me conociera ¡son amigos¡ ¡¡por una vez que encuentro el amor¡ ¿porqué me tiene que pasar esto?
Aunque ya sea parte de su pasado. Es algo doloroso. Le da rabia que para él ni exista.
--¡yo no lo conozco, no estropeará mi relación con Nicolás¡
--es un miserable, lo odio.
Jesús trata de odiarlo para no sentirse frustrado por tenerlo tan cerca y estar con otro hombre. Le duele el daño que le hizo a su amiga y que se comporte como si nada. Eso lo ayuda a ser fuerte y a alejarse de él.
Son cuatro horas de viaje. Es un pueblo en las montañas La casa es vieja para acogedora. Se reparten en tres habitaciones. Una para cada uno de las parejas y la otra para los tres amigos de Nicolás. La habitación tanto de Eugenio como de Jesús están una en frente de la otra. Las miradas de ambos se encuentran antes de entrar cada uno en su respectiva habitación. Jesús está muy nervioso. Escucha entre risas la voz de Eugenio y eso lo pone aún más nervioso. En el momento que va a cerrar la habitación, Eugenio está haciendo lo suyo porque también le duele estar escuchando a Carlos junto a Jesús. Se miran apenas unos segundos. La mirada triste del uno aturde al otro. Con la puerta cerrada ya no se oyen y eso los tiene a los dos más tranquilos. Carlos se muestra mimosón:
--¡¡es un lugar precioso, vamos a vivir toda una luna de miel¡
Jesús acepta sus besos y sus caricias sin ganas pero no quiere que sospeche nada. Le da rabia que haya aceptado salir de la ciudad para mirar de salvar su relación y tenga a Eugenio en la habitación de delante. Piensa en la posibilidad de fingirse enfermo pero sabe que es inútil esconderse y en el fondo se muere de ganas de estar cerca de Eugenio.
Salen a cenar todo el grupo. Carlos tiene tomado de la mano a Jesús. Se muestran como una pareja feliz y enamorado aunque no se hacen tantos arrumacos como Raquel y Nicolás. A Jesús le está quemando la mano de Carlos pero es su pareja y no quiere hacerle un feo. También le hacen daño las miradas que le clava Eugenio. Jesús no entiende qué pretende. Por lo que sabe, Eugenio tiene novia o la ha tenido. No entiende porque se muestra molesto de que Jesús esté con Carlos. Hasta incluso parece celoso. Jesús aprieta con fuerza la mano de su chico para recordarse sus obligaciones con él. De vez en cuando va aceptando sus besos. Trata de preocuparse sólo de Carlos y olvidar a Eugenio. En el restaurante, Eugenio logra colocarse delante de Jesús. Desea ponerlo nervioso. Provocarlo para saber de una vez por todas si sigue sintiendo cosas por él o por lo que parece lo ha olvidado en brazos de Carlos. Jesús tiene sus ojos clavado en Carlos pero evitar caer en la tentación de mirar al frente y es que cuando lo hace se encuentra con los ojos de Eugenio que no deja de mirarlo. Los dos están bastante nerviosos, alterados por la situación y no comen mucho. Después de la cena el grupo propone ir a una discoteca que hay en la entrada del pueblo.
--¿Esta mierda de pueblo tiene disco? –murmura Carlos incrédulo a Jesús.
De hecho la mayoría está sorprendido por eso.
--¡eso tenemos que verlo¡ --dice Raquel.
--No, yo prefiero ir a descansar –dice Jesús.
Carlos trata de animarlo.
--Venga, que a ti antes te encantaba bailar y hace mucho que no salimos.
Pero a Jesús le pone demasiado nervioso la presencia de Eugenio y prefiere alejarse de él. Carlos mira a su pareja con cara de depravado y dice:
--Nos quedamos los dos. Nos divertiremos de otra manera.
Jesús se muere de la pena porque ha dicho ese comentario delante de todos, en especial de Eugenio que lo mira de una manera… Parece que le duela.
A Jesús no le apetece nada tener intimidad con su pareja pero están de vacaciones y lo que quiere es salvar su relación y sacar a Eugenio de su corazón así que se esfuerza por no mostrar sus sentimientos y se deja llevar por la pasión de Carlos deseando, sin lograrlo, contagiarse de ella. Carlos no tarda en quedarse dormido satisfecho. Entonces Eugenio se pone los bóxers, una camiseta y baja al salón para estar un rato solo. Está tan aturdido que no ha oído la puerta y se encuentra con Eugenio en el salón. Jesús se siente incómodo al estar frente a Eugenio después de haberse acostado con otro. A Eugenio le duele pero desaprovecha la oportunidad. Jesús está muy sofocado. Eugenio se apresura en ponerse delante de las escaleras y con mucha dulzura le dice:
--ya no puedes escapar de mí.
El corazón de ambos bombea con fuerza. Eugenio se muestra cariñoso. Jesús se derrite por él pero su pareja está durmiendo a pocos metros y eso lo quiere respetar.
--¿¿¡qué haces aquí? ¡¡¡¿porqué me estás siguiendo?¡ ¡¡primero me jodes las vacaciones y ahora ¿no es que ibas a la disco?¡
--Relájate, no hace falta que estés a la defensiva –le dice riendo de una manera cariñoso—no voy a hacerte daño.
--¡¡me estás siguiendo¡ --Jesús alterado.
Eugenio no pierde la sonrisa.
--Te aseguro que no es así, que el encontrarnos ha sido pura casualidad. Yo no sabía que ibas a estar aquí. Yo podría pensar lo mismo, que eres tú quien me sigues a mí.
Eugenio habla con afecto pero Jesús se muestra molesto.
--¡¡ni loco, yo tengo mi marido y lo amo mucho¡
--Si ya sé que tú no quieres estar conmigo –dice Eugenio con cierta tristeza.
Jesús está ardiendo. No es capaz de decir nada. Desea huir. Va hacia la puerta para salir y Eugenio detrás.
--¿porqué no podemos hablar como personas maduras? No te voy a hacer daño. Parece que no me conozcas.
Jesús saca toda la rabia que siente. Le molesta el comportamiento de su amigo hacia las mujeres aunque lo que más le duele es que le gusten las mujeres.
--¡¡es que te conozco, es que sé que eres un cerdo¡¡¡
--¿porqué tienes tan mal concepto de mí? ¿qué te hice?
Jesús lo fulmina con la mirada.
--tranquilo, no hace falta que contestes –le dice Eugenio triste.
Sugiere que salgan al jardín.
--hace una noche fría y aquí el ambiente se está caldeando. Nos irá bien que nos dé el aire.
Jesús no contesta. Eugenio abre la puerta y le cede el paso muy galantemente.
--Me gustaría volver a recuperar la amistad que tuvimos –le pide Eugenio.
Jesús iba a protestar pero entonces Eugenio no le deja hablar:
--olvida que nos conocemos de antes. Esta noche nos acabamos de conocer. Yo me llamo Eugenio ¿no te apetece conocerme?
Eugenio extiende su mano con una sonrisa y a Jesús le parece que la idea es buena. Encajan sus manos.
--Jesús.
Los dos se sonríen. Suspiran el uno por el otro. Eugenio no hace más que mirarlo contento y Jesús está nervioso. Para romper el silencio dice:
--¿porqué no te has quedado en la disco?
--Necesitaba hablar contigo, por eso los he despistado. No tenemos edad para ir jugando al gato y al ratón.
Habla con una ternura que a Jesús lo tiene derretido.
--Yo sé que estás en pareja pero aún sientes cosas por mí. Sino no me habrías dedicado esa historia.
Jesús se siente desnudo ante él. En alma.
--No era para ti –dice avergonzado y nervioso.
--No te creo –dice Eugenio muy galante—pero aunque así sea… ¿no te gusto ni que sea un poco?
--¡Eso no es algo que se le pueda preguntar a un hombre con marido y en todo caso¿no que eres hetero?
Eugenio sonríe y le dice lo que Jesús lleva años escuchando:
--No, soy tan gay como tú aunque haya tenido cosas con mujeres.
Jesús se queda boquiabierto. Eugenio le sonríe y le acaricia los labios:
--si tú quisieras todo podía ser como debió ser entonces pero tú eras mi amigo… Yo tenía novia. No era el momento y luego tú desapareciste… No supe de ti.
Eugenio se va acercando peligrosamente. Jesús no puede creer que esto esté pasando de verdad:
--¿hablas en serio?
Eugenio se muestra coqueto:
--si me das una oportunidad te demostraré lo hetero que soy –dice con ironía a un perplejo Jesús.
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