miércoles, 5 de agosto de 2020

Capitulo 27 y ultimo





Jesús se la pasa con Raquel. Se queda encerrado con ella en la habitación.
--tienes que salir ¡no puedes esconderte de todos…¡
Jesús está nervioso.
--¡es que está él¡
Raquel lo agarra del brazo. Bajan juntos.
--¡compórtate conforme a la edad que tienes¡ ¡¡tú amas a ese hombre pues enfréntate a eso¡
--Si, yo lo amo –se atreve a confesar—pero no puede asegurar que él me ame a mí.
Y lo dice con tristeza. A Raquel le consta que Eugenio sigue enamorado de Jesús. Nicolás se lo ha contado pero no considera que sea ella quien deba decírselo a su amigo. Cenan todos juntos en el jardín. Jesús trata de mantenerse lo más alejado posible de Eugenio. Le excita demasiado tenerlo cerca. No es capaz de abrir la boca ni para hablar ni para comer. La presencia del gran amor de su vida lo tiene demasiado agitado. Eugenio va hablando mucho, quiere mostrar naturalidad cuando está tan nervioso y excitado como Jesús. La seductora voz de Eugenio hace estremecer a Jesús, vibra sólo por estar cerca de él. Siente la mirada de Eugenio clavada en él y no es capaz de mirarlo. Es una mirada que se le metería bien adentro y le da miedo. Después de todo lo que ha pasado, no sabe cuál sería las intenciones de su amado. Tiene miedo a toparse con la mirada de su amado porqué no sabe cómo reaccionar. Eugenio es el que organiza la despedida de soltero.
--¡todos los chicos de fiesta¡ ¡¡no hay que dormir en toda la noche¡
Es el primer momento en el que Eugenio se dirige a Jesús.
--Tú te vienes claro…
Jesús hace que no con la cabeza. Está demasiado nervioso. No quiere hacer nada de lo que luego se pueda arrepentir.
--No, ¿seguro? Anímate.
Eugenio es muy cariñoso con él pero tampoco insiste. Jesús se lo queda mirando mientras se va.
--¡¡es tan guapo, es tan guapo¡
Eugenio se gira y le gusta ver que Jesús lo está mirando, que se sofoca y gira la cabeza avergonzado. Eugenio sigue su camino muy contento. Está seguro que esa boda marcará un antes y un después en sus vidas. 

Jesús y Raquel tampoco tienen ninguna intención de dormir. Acuestan al pequeño hijo de Nicolás en la cunita que Raquel tiene al lado y luego los dos amigos se quedan sentados en la cama hablando de sus cosas. Raquel tiene la ilusión escrita en la cara y Jesús también. Pese a sus miedos y sus dudas está fascinado de encontrarse en ese pueblo que tan buenos recuerdos le trae y de tener a Eugenio cerca. La emoción por la boda de la que es casi su hermana se mezcla con la emoción por el reencuentro. El reencuentro con los recuerdos y con el amor…

Amanece. Es sábado y hace un día espléndido. Jesús y Raquel se arreglan en la misma habitación donde han pasado la noche. Ambos muy nerviosos. La boda tiene un toque al siglo pasado, ideal para un pequeño pueblo de montaña donde se respira a historia. El vestido de la novia es tipo emperatriz pero de color beige con muchos lacitos, volantes. Velo y una larga cola. Jesús, vestido también muy elegantemente, llega a la iglesia solo y un poco antes de la novia que era su entrada del brazo de su padre. Ya todos están han llegado. Jesús busca su sitio. Siente una mirada. Alguien no le saca los ojos de encima es Eugenio que se sienta en tercera fila. Está muy guapo. Le sonríe a Jesús cuando se sienta en el segundo banco. Justo en delante de él. Comienza la marcha nupcial. Raquel muy emocionada, Nicolás feliz. Los se miran novios muy enamorados. Jesús apenas sigue la ceremonia. Está nervioso porque siente la penetrante mirada de Eugenio clavada en él. De vez en cuando mira de reojo hacía atrás y suspira. Cierra los ojos y su imaginación vuela. Aunque sabe que es un imposible le gustaría estar casándose con Eugenio, el amor de su vida, en ese mismo lugar. Jesús llora de emoción por la boda de su amiga pero también de rabia por estar tan cerca de su amado y a la vez tan lejos. Una vez el sacerdote une en matrimonio a Nicolás y a Raquel y se funden en un beso, llegan las felicitaciones. Todos se acercan a los novios. Eugenio y Jesús se encuentran cara a cara. Eugenio le guiña el ojo a Jesús:
--estás muy guapo –le susurra tiernamente.
Los ojos de Eugenio chispean de emoción. Jesús no dice nada, está totalmente rendido a los pies de Eugenio. Jesús quiere resistir.
--Es una boda… a lo mejor sólo quiere coger.  Me va a hacer daño –va pensando para sí muy nervioso.
Todo el dolor que ha vivido le hace sentir miedo a la felicidad. Prefiere quedarse como está y no arriesgarse a amar porque puede salir bien o no…

El banquete nupcial se hace en un castillo convertido en hotel. Mientras esperan a los novios, Eugenio se acerca a Jesús.
--¿porqué no nos dejamos de tonterías y nos comportamos como adultos? –le reclama.
Jesús lo esquiva. Eugenio se va desesperando. Esperaba que todo fuera más fácil.
--Me ama… estoy seguro de eso.
Está convencido de los sentimientos de su amigo por lo que no pierde la paciencia. La proximidad de Eugenio lo tiene nervioso y prefiere alejarse. Le tranquiliza que sus mesas están separadas. Jesús con los invitados de la novia y Eugenio con los del novio. Se acerca a Jesús durante el baile.
--¿bailamos? –le pregunta galantemente.
Jesús no se puede resistir a su mirada. Le agarra la mano. Desde que llegó al pueblo, Jesús ha hecho esfuerzos sobre humanos para reprimirse, sacando fuerzas de donde no las tenía. El calor del cuerpo de Eugenio deshace el muro de hielo que Jesús ha creado a su alrededor. El corazón de Jesús le exige a gritos que sacie de una vez la sed de amor intensa que tiene hacia ese hombre. Jesús está embriagado pese a que no ha tomado ni una sola gota de alcohol.
--vamos a salir al jardín –le pide Eugenio con mucha ternura.
Y Jesús no sabe ni quiere ni puede decirle no. Ninguno de los dos puede frenar todo el amor que les roe en las entrañas. Se besan como dos fieras ardientes. Se besan con desesperación. Sus cuerpos se han echado de menos. Se besan y se acarician durante largo rato sin decirse nada. 
--te amo y quiero vivir lo que siento por ti –jadea Eugenio.
A Jesús de pronto le viene en mente el recuerdo de Carlos. Todo el sufrimiento que le trajo a su vida. Tiene miedo que Eugenio sea infeliz por su culpa.
--¡no, no puede ser¡
Eugenio siente el amor de Jesús pero no entiende porque lo rechaza. Aunque no desea moverse de sus brazos, Jesús logra escapar de ellos. Jesús corre pero Eugenio no tarda en atraparlo y lo agarra con fuerza. Lo estrecha con fuerza contra su pecho y lo besa y Jesús responde a su beso con amor. Eugenio es muy cariñoso con él.
--¿me amas?
Jesús le responde con un sí que le sale del alma. Eugenio sonríe satisfecho.
--¿y porqué no me rechazas?¿es quieres que sigamos perdiendo el tiempo como un par de tontos?
Jesús lo abraza con fuerza. Con mucho amor pero a la vez con miedo. Eugenio sonríe y le acaricia con afecto.
--¿qué te pasa?¿es que estás enfadado conmigo? Yo no pude venir antes. He tenido que superar muchas operaciones yo…
Jesús lo calla con un beso. Lo ve sincero. Nota que lo ama y que ha sufrido. No quiere que siga recordando algo que le hace daño. 
--todo lo que te pasó es por mi culpa.
Eugenio sonríe, lo besa una y otra vez.
--¡no, no¡ ¡¡no quiero que digas esas tonterías¡ ¡¡no fue culpa tuya¡ ¡¡ese maldito nos lastimó a los dos pero ya no nos hará daño¡
Eugenio se muestra seguro, quiere borrar el miedo del rostro de Jesús.
--Tengo miedo que te pase algo por mi culpa…
--¿Y si yo corro el riesgo? –Eugenio sonriendo.
--Es que si te hago daño me muero -Jesús angustiado.
Eugenio lo acaricia conmigo.
--¿Tanto me amas?
--Sabes que sí--Jesús con la voz rota.
--¿Y no ves que me haces daño si no estás conmigo?
Y Eugenio lo mira con tanto amor que es imposible rechazarlo. Además Eugenio añade con un tono cálido y muy enamorado:
--entonces no pienses en nada más  piensa sólo en mí.
Un nuevo beso sella su unión para siempre. No se puede huir del amor. Huir de los deseos de sus propios cuerpos. Eugenio lo mira coqueto y le muestra una llave antigua. Con cara de depravado dice:
--alquilé la segunda mejor habitación, sabía que me ibas a decir que sí…
Jesús lo abraza y lo acaricia y lo besa. A su lado no hay miedo. No hay dudas.
--Eres un loco.
--sí –dice Eugenio divertido—estoy completamente loco por ti.
Se miran con enamorados y se besan.
--te amo –dice Eugenio.
--Te amo –dice Jesús.
Se miran con dulzura. No pueden evitar que se les escape alguna lágrima. Después de tantos sin sabores al fin están juntos y en esta ocasión sí es para siempre. Muy abrazados van hacia el interior del castillo para disfrutar de esa habitación, de sus cuerpos. Quieren escapar de los invitados vivir ese momento de amor por el que tanto han luchado y que se ha hecho esperar durante tanto tiempo. Justo en la entrada del castillo, los invitados, franqueados por Raquel y Nicolás los estaban esperando y al grito de:
--¡Vivan los novios¡
lanzan toda una lluvia de arroz hacia Jesús y Eugenio que se abrazan felices. Se besan entre lágrimas.
--Nunca nadie me había hecho tan feliz –susurra Jesús.
Eugenio le habla con la voz rota:
--eres mi dueño y eso es para siempre.
El amor de Eugenio lo hace sentir seguro:
--ahora nadie nos separará.
Eugenio sonríe enamorado y sentencia feliz:
--Nunca.
Se besan bajo una lluvia de arroz, de felicidad, de amor y de esperanza.
Fin.

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