--¿pero qué está pasando?
--¿¿¡porqué me besas si no hay nada entre nosotros? –se queja Eugenio.
--bueno yo es que pensé…
Eugenio no la deja seguir y se acerca preocupado a Jesús. Le duele la espalda y le cuesta moverse. El conductor de la moto trata de ayudarlo:
--¡no se mueve, ya he llamado a una ambulancia¡
Mucha gente los rodea. Eugenio se abre paso entre la gente.
--¡¡DEJENME PASAR¡ --exige.
Eugenio se desespera al ver a Jesús malherido. Se agacha a su lado llorando y pidiéndole perdón.
--¡te juro que con esa chica no pasa nada. No tengo nada con ella¡
Jesús también llora tanto por el dolor físico como por la rabia que siente por lo que considera una traición por parte de Eugenio. Le gira la cara:
--déjame en paz. Sólo sabes hacer daño –le escupe.
Quería herirlo y lo logra.
--llamen a mi marido –pide Jesús.
Eugenio se siente desplazado y triste. Le duele el rechazo de su amado. Quiere subir a la ambulancia con Jesús.
--¡¡Ni se te ocurra¡¡no te quiero ver más, ni te atrevas a ir al hospital¡
Y de nuevo a los enfermeros le dice mientras se toca el bolsillo donde está el celular:
--por favor.. llamen a mi marido.
Se cierra la puerta y la ambulancia se va, Eugenio se queda abatido. Dolido, celoso y preocupado.
Jesús llega al hospital. Está roto por el dolor. Físico y del alma. Le hacen pruebas y más pruebas. El dolor lo está matando. Tiene en mente a Eugenio, que él es el culpable de su sufrimiento y quiere aferrarse a eso por eso. El que a consecuencia del accidente esté en peligro de quedar condenado a una silla de rueda se lo pone fácil. Le dicen que su estado es delicado. Se ha roto una vértebra. Tiene que estar sin moverse durante varios días, totalmente paralizado para evitar el riesgo de algo irreversible. Siente las piernas y eso lo calma, pero se da cuenta que el riesgo está y todo porque Eugenio se besaba con una mujer.
--¡¡me engañó, me engañó¡ ¡¡todo era mentira¡
Cuando lo suben a planta están ya Carlos y Raquel. Jesús trata de incorporarse a la cama. Puede pero no lo dejan.
--¡no, no debes moverte para nada¡ --le dice Raquel.
Tiene que estar totalmente inmóvil hasta que el peligro de una lesión en la médula pase. A Jesús se le sale una lágrima de la angustia. Carlos le acaricia la frente muy preocupado.
--Todo está bien, Raquel y yo te vamos a cuidar. He llamado a tus tíos, tu sobrino viene a pasar una temporada con nosotros. Se asustó mucho por lo que te pasó.
Jesús siente dolor:
--¿no puedes pedirme un calmante?
--Es pronto. No te lo van a dar –Carlos.
--prueba.
En realidad Jesús lo que quiere es hablar a solas con Raquel. Ella le agarra la mano y Jesús llora.
--Los dos somos víctimas del mismo hombre. Eugenio me engañó, me ha hecho tanto daño.
Raquel escucha impactada el relato. Eugenio es su pasado. Le duele la herida de su hijo pero Eugenio si hace feliz a Jesús no le molesta que esté con él pero le da mucha rabia que lo haya lastimado.
--Ya olvida a ese hombre que no te ha traído nada bueno. Carlos te quiere mucho.
--Si –dice Jesús con amargura—almenos todo esto me ha servido para desterrar a Eugenio para siempre de mi corazón.
Mientras habla no puede evitar pensar en sus caricias. En los besos que han compartido. Le duele tener que renunciar a él pero después de lo que ha pasado no puede creer en su sinceridad.
La llegada de su sobrino es un aire fresco que lo anima. Benito es joven y guapo. Tiene 20 años y adora a su tío.
--Mira que he dejado a mi novia sola por ti –le dice con cariño.
Jesús no se puede mover pero lo mira. Le toma de la mano:
--No hacía falta que te molestaras por mí.
Benito le sonríe:
--Estoy contento de estar aquí.
Tío y sobrino se aprietan la manos con fuerzas. Carlos tiene que trabajar así que Jesús se siente seguro con el joven. Tiene miedo de que Eugenio se acerque a él. No quiere decir algo que delate lo que ha pasado así que, al estar acompañado, confía en que Eugenio se dé por aludido y no aparezca.
Una de las primeras visitas que recibe es la de la secretaría de su jefe. Como no tiene contrato laboral pues no tiene derecho a nada. Se queda en la calle automáticamente. Para consolarlo la chica le dice:
--llámanos cuando estés bien y trataremos de reubicarte.
Jesús llora en brazos de su sobrino una vez ya a solas con él. Benito trata de animar a su tío:
--ya te saldrá otro trabajo.
Pero el problema no es eso, es Eugenio.
--es que no podía desmontar más mi mundo… --piensa.
Piensa en todos los momentos que ha compartido con Eugenio gracias a su trabajo que apenas le ha durado unas semanas. Menos tiempo del que tardará en recuperarse del accidente.
--es increíble como puede complicarte las cosas –va diciendo para sí—enamorarte de la persona equivocada.
Aunque le duele piensa que todo esto almenos le servirá para alejar a Eugenio de su vida para siempre.
Eugenio está al pendiente de Jesús. Va todos los días pero no sabe cómo será bien recibido así que no se atreve a acercarse. Ve que Benito sale de la clínica. Lo han dejado solo. Se presenta con una sonrisa tímida y una rosa. Jesús lo recibe alterado.
--¿¡¡como te atreves a venir después de lo que me has hecho?¡
Eugenio le suplica que se calme:
--¡¡te tengo que explicar que entra esa chica y yo hubo pero hace tiempo… yo no la besé¡
Eugenio se ve angustiado. Jesús lo ama y a la vez lo odia.
--¡tú eres el culpable de todo lo que me está pasando. Te odio, no te quiero volver a ver más¡
Descarga contra él toda la rabia que siente por su inmovilidad. Eugenio se queda muy triste.
--No me digas eso. No sabes el daño que me haces –dice herido por dentro.
Eugenio trata de hacerse perdonar. Estaba naciendo algo bonito entre ellos y no desea que las cosas se estropeen por un error. Jesús no afloja. Además tiene miedo que Raquel llegue, no desee que se encuentren. Teme que su amiga se deje llevar por la rabia, por el pasado Raquel asegura que ese hombre le es indiferente pero Jesús no está del todo seguro y teme que un escándalo de su amiga revele toda la verdad.
--¡¡vete y no vuelvas¡ ¡no quiero tenerte cerca¡
A Eugenio le duele que su presencia altere a Jesús así que deja la rosa en la mesita y se va. Está desolado. Jesús se ha mostrado de hielo ante él pero en cuanto cierra la puerta llora deshecho. Eugenio siente que tiene el alma rota. Lo que había sentido por su amigo no lo sintió nunca por nadie.
--¡¡lo perdí, lo perdí¡
Llora mientras maneja su moto con gran velocidad. Llega al apartamento de un amigo. Éste se sorprende al verlo tan alterado.
--¿te ocurre algo?
Eugenio es muy agresivo.
--No me digas nada, Moha.
Se tira encima de él. Parece que lo vaya a atacar. Es una bestia en celo. Le arranca la ropa y se tira sobre él. Fornican salvajemente ahí mismo. Ya más relajado y mientras se viste, Eugenio se disculpa.
--siente sí te he lastimado pero es que necesitaba coger.
A Mohamed le duelen todos los huesos pero está encantado:
--No, tranquilo. Puedes venir siempre que quieras… ya lo sabes –dice mientras busca un cigarro.
Eugenio se ha dejado llevar por su cuerpo, por la rabia pero se siente culpable de haberse acostado con otro mientras que su amado está en el hospital.
--No, no volveré…
Y no le da más explicaciones. A solas en el ascensor cae al piso llorando amargamente.
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