domingo, 2 de agosto de 2020

Capítulo 5






Jesús está metido en sus cosas. No se da cuenta que Carlos pasa por detrás y le pone un paquetito en frente.
--¿Qué es esto? No es ningún aniversario.
Carlos se muestra enamorado:
--¿es que hace falta una excusa para darle un regalo a la persona que se ama?
Jesús ve en Carlos el mismo amor que los unió hace varios años y se siente culpable porque está pensando en otro. Muy emocionado, Carlos pone a Jesús un anillo de oro en el dedo.
--¿porqué te has gastado tanto?
--Es mi manera de expresarte lo mucho que te amo, que tú eres mi vida, que sin ti yo me muero.
Aunque no imagina que su relación está en peligro por otro, aunque piensa que el problema es que Jesús trabaja demasiado, Carlos ha sentido la necesidad de proclamar a Jesús todo lo que siente por él, su dependencia hacia él. Carlos no lo sabe pero ese anillo hace que Jesús se siente más atado a él. Carlos le ha dicho que no quiere vivir sin él. Jesús no puede lastimar a quien lo quiere tanto. No puede seguir pensando en Eugenio. Se muestra cariñoso.
--Yo no necesito más que lo que me has dado en estos años.
Jesús desea olvidar a Eugenio. Demostrarle a Carlos que es a él a quien quiere. Empieza a besarlo, a desnudarlo.
--¿te apetece hoy? –pregunta Carlos excitado y casi sin creérselo.
Jesús lo va desnudando.
--sí, hoy no estoy cansado.
Desnudos van hacia la cama besándose y acariciándose.
--Júrame que esto será así siempre, que estaremos siempre juntos --jadea Carlos.
Carlos no imagina que hay otro pero sí necesita sentir que Jesús está comprometido con él. Jesús siente que Carlos es el hombre que más lo ha querido y que no se merece que él lo traicione…
--te lo juro.


A la mañana siguiente, Jesús y Eugenio se encuentran una vez más en la oficina de correos. Jesús está esperando su turno cuando de repente alguien se pone delante de él. Es Eugenio con una sonrisa afectuosa, con una mirada chispeante y alegre.
--Necesito hablar contigo, Jesús. Vamos a tomar algo.
Jesús desea lanzarse en brazos de su amado pero a la vez está convencido que hablar con él lo va a lastimar, que Eugenio no le va a decir lo que quiere escuchar sino que una vez más le recordará que no es gay. Jesús está muerto de deseo pero se muestra distante. Eugenio se desespere.
--No me tortures de esta manera, acéptame un café.
Si no existiera Carlos, Jesús posiblemente se habría lanzado pero no tiene caso que juegue con fuego con un hombre que no le va a corresponder cuando en su casa tiene a un hombre que lo ama. Se agarra la mano en la que lleva la alianza para que el compromiso lo haga fuerte, para evitar una situación que, aunque no pasará nada con Eugenio, lastimaría a Carlos de llegar a enterarse. Eugenio despliega todas sus dotes de galán. A Jesús lo mata su mirada, sus labios desean los de Eugenio. Siente que su amigo está jugando con él.
--¿¡porqué se muestra así conmigo si igualmente no iba a corresponder lo que yo siento?¡ --va pensando.
--déjame tranquilo –le suplica Jesús con voz temblorosa.
Eugenio necesita estar seguro que aquel enorme sentimiento que lo llevó a escribir esa historia para él forma parte del pasado, que aún no es tarde para que comiencen algo juntos y no como amigos.
--Por favor…
Es un por favor suplicante que hace que Jesús casi caiga a sus pies. Lo “salva” la chica de la ventanilla que los ha interrumpido porque ya le tocaba a él. Jesús deja a Eugenio con la palabra en la boca pero Eugenio no se da por vencida. Ya han perdido muchos años y no quiere seguir perdiendo tiempo. Cuando Jesús se aleja de la ventanilla (y pese a perder su turno) Eugenio se acerca a él y le acaricia la mano a su viejo amigo.
--¿hacemos ese café? –pregunta Eugenio amable.
Jesús no ve los ojos de un amigo. A Jesús le hierve la sangre, el contacto de la piel de su amado con la suya le quema, todo Jesús es fuego. Está muerto por él pero resiste. Pone la mano por delante.
--¡¡tengo marido, no necesito nada de otro¡ ¡él es celoso y le molesta que tenga amigos¡
Es cierto que a Carlos no le gustaría que tuviera un amigo tan guapo pero él tampoco quiere torturarse como lo hizo en el pasado, tener confianza con Eugenio, poder llegar a verlo desnudo pero a la hora de la verdad quedarse con las ganas. Ese anillo le indica a Eugenio que el corazón de Jesús ya tiene dueño y que es otro. Eso le duele pero no dice nada, se aparta con tristeza y resignación. Jesús se va.
--espero que no me siga –dice para sí con cierto temor.
En realidad el temor es que no lo siga. Una voz dentro de Jesús le dice que son muchas cosas la que lo separan de ese hombre pero por otro lado… le gusta tanto. Eugenio ha perdido su turno y tiene que volver a ponerse en la fila. Jesús lo mira a través de los cristales. Se da cuenta de la actitud triste de Eugenio y eso que no le ve sus ojos tristes. Jesús se queda aturdido. No sabe qué pensar de él. Tiene miedo a volver a encontrarlo, no sabe que pueda pasar y a la vez desea que eso ocurra. 

Como siempre, Jesús se confiesa ante su amiga.
--Tienes que calmarte. No puedes seguir así. Si tanto te gusta enfréntalo… Que te diga a la cara lo que quiere –le recomienda Raquel.
Jesús ya ha vivido una situación parecida con su antiguo amigo años atrás y no desea que le vuelva a decir lo mismo.
--Yo ya sé lo que me va a decir. Espero que el año que ahora comienza suponga la normalización de mi vida, que todo vuelva a ser como antes entre Carlos y yo.
Jesús se toca mucho la mano en la que lleva la alianza. Es una manera que no se le olvide el compromiso que tiene con su pareja, la promesa que le hizo de no dejarlo jamás. Eso implica olvidar para siempre a Eugenio, aunque le duela. 
--Te vendría bien pasar unos días lejos de todo ¿porqué no te vienes con nosotros?
--¿quieres que haga mal tercio? Tú y Nicolás estáis en plena luna de miel, ¿qué hago yo con vosotros?
Raquel está feliz.
--¡¡no puedo creer que llevemos tanto tiempo juntos¡ ¡¡me ha invitado a conocer el pueblo de sus abuelos. Me ha dicho que es un pueblo muy bonito de la montaña. La casa es grande e igual no estaremos solos. Vamos a pasar todos estos días y como mínimo viene el mejor amigo de él. Yo aún no lo conozco pero son como hermanos. Así tendremos la oportunidad de conocernos bien. Me gustaría que vinieras.
--A Carlos no le sentará bien que lo deje solo. Además yo quiero salvar mi relación con él.
--Mi Nico me ha dicho que puedo invitar a quien quiera. Vente con él.
Jesús está de acuerdo.
--¡hace mucho que no viajamos¡
Será una manera de devolverle a Carlos el gesto que tuvo con el anillo. Demostrarle que es importante para él. 
--sería lindo alejarse de la ciudad.
Raquel va animando a su amigo.
--¡¡¡sí claro que sí¡ ¡¡lo vamos a pasar genial y un cambio de aires siempre viene bien¡
A Jesús le gustaría que ese pueblo fuera un renacer de su relación con Carlos, que todo se estabilizada y cuando volviera a ver a Eugenio se diera cuenta que ya no significa nada en su vida. 

Jesús desea alejarse de los problemas. Carlos está muy ilusionado con ese viaje aunque ya le ha comentado Jesús que serán varias personas. En concreto vienen tres amigos de Nicolás. Se encuentran todo en el lugar que han acordado con los autos. Jesús se queda helado al reconocer a uno de esos amigos. Es Eugenio. Se queda pálido al encontrarse cara a cara. De poco no se desmaya. Eugenio quisiera decir que está enfermo y anular el viaje. No esperaba ver a Jesús con su pareja. Eso es algo que no le gusta mucho. Jesús en un primer momento piensa que Eugenio lo está siguiendo, que lo que quiere es molestarlo pero se da cuenta que su expresión de sorpresa es sincera. Jesús está paralizado. No sabe bien ni como se sostienen. Finalmente es Eugenio quien reacciona. Su afectuosa sonrisa y su mirada entusiasmada indican que él si ha vuelto a la realidad. En el momento en que Nicolás va a ser las presentaciones, Eugenio dice:
--ya nos conocemos.
Carlos mira a Jesús celoso.
--¿de qué?
Jesús fulmina con la mirada a Raquel.
--¿de qué va todo esto? –le pregunta con los ojos.
Rápidamente Raquel dice:
--Si fueron compañeros en la escuela .
No deja que nadie más haga preguntas. Llevan tres coches. Habían pensando dejar uno.
--no, mejor nos llevamos los tres por si pasa algo –dice Raquel.
Jesús no deja de mirar a Eugenio impresionado. Éste sonríe con cara de circunstancias. Raquel no desea que nadie haga más preguntas.
--¡Jesús y yo nos vamos juntos¡
Ni a Nicolás ni a Carlos les hace gracia pero Raquel no les pregunta. A penas reaccionan cuando ya los dos amigos están en el auto. Nicolás se monta con Carlos y los otros en el tercer auto. Jesús no deja de mirar a Eugenio por la ventana. 
--no sigas con esto… inventa algo o quédate –dice para sí.




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