martes, 4 de agosto de 2020

Capitulo 13







Jesús despierta en los brazos de su amado. Abrir los ojos y ver al hombre que ha amado toda su vida, ese amor imposible de juventud durmiendo desnudo a su lado es como una aparición que de tan feliz que le hace llora. No se puede resistir y lo despierta a besos. Por un momento había temido que todo no fuera más que un sueño y al despertar no lo encontrara a su lado. Eugenio le sonríe. Se besan, se acarician, se hacen cosquillas. Corriendo y riendo desnudos van hacia la ducha. Frotan el uno el cuerpo del otro. Hacen el amor una vez más. Los dos son muy ardientes y han frustrado sus ganas muchas veces. Salen mojados y desnudos. Mientras Jesús seca con la toalla el resistible cuerpo de su amante, le pregunta:
--Yo no he traído ropa… ¿qué me voy a poner?
Eugenio le guiña el ojo:
--siempre nos cambiábamos la ropa ¿recuerdas?
Ambos tienen un cuerpo escultural y son de la misma estatura. No hay problemas. Salen vestidos con una camiseta casi igual y con jeans. Pasean tomados de la mano y sin dejar de repetirse lo felices que son. Desayunan fuera y luego van a comprar provisiones. Lleva toda la compra Eugenio porque no quiere que Jesús lleve peso.
--pero si me encuentro bien.
--El accidente que tuviste fue muy serio. Las consecuencias pudieron ser muy graves.
Eugenio habla con preocupación y con culpa. No puede olvidar que fue culpa de él. El amor que siente por él lo ha borrado todo. Ya a Jesús nada de eso le importa.
--¿cómo has quedado de la espalda?
--tengo un pequeño dolor constante pero ya me he acostumbrado –le dice sin darle importancia.
--Nunca me voy a perdonar todo el daño que te he hecho –dice él muy triste.
Eugenio quiere justificarse, que Jesús no dude de él, que tenga claro que no tenía nada con esa mujer. A Jesús sólo le basta saber que lo ama. Sus besos han borrado todo lo demás. Jesús besa de nuevo a su amado y le dice con sinceridad.
--No te preocupes no fue culpa tuya. Fue un accidente. En todo caso fue mi culpa. Nadie me manda cruzar corriendo sin mirar.
--si pero ¿y el trabajo?
--El hombre que me atropelló me ha conseguido trabajo como secretario y con contrato… he salido ganando. Empiezo el mes que viene.
Eugenio se alegra que todo le vaya bien.
--¿crees en mí verdad? ¿ya no dudas que te amo, que no te engañé?
Jesús le sonríe. Se muestra tan feliz que no es necesaria la respuesta. 












Llegan a la casa. Juntos guardan las cosas. Luego se quedan tumbados en el sofá besándose, acariciándose. También hablan. Evocan los bellos recuerdos que tienen de ese pueblo en donde se besaron por primera vez. Aunque no todos son buenos. Con la mano de su amado bien agarrado Eugenio le comenta:
--Me moría de celos viéndote con Carlos. Lo pasé fatal cuando os escuché haciendo el amor
Jesús se siente incómodo.
--perdón, no quería ser indiscreto –le dice Eugenio—imagino que tampoco debió ser fácil para ti.
Eugenio besa su mano. Jesús lo mira con cariño:
--así fue. Nunca he amado a nadie como a ti y lo he pasado muy mal con Carlos. No es fácil romper una relación cuando la otra persona aún te ama.
Eugenio le sonríe. Lo acaricia.
--Soy tuyo, eres mi dueño y yo soy tu esclavo. Estaré siempre a tu lado. Nunca he sentido esto por nadie. Soy tuyo para siempre –dice Eugenio muy enamorado.
Jesús le da un tierno beso.
--¿y cual es tu situación actual con Carlos?
Pero Jesús cambia de tema de inmediato y Eugenio lo acepta resignado.



Pasan todo el día en la casa juntos. En la noche salen a cenar. Luego se quedan abrazados, refugiados el uno en los brazos del otro caminando por las calles de ese pueblo que es testigo de primera mano de su gran amor. Regresan a la casa sedientos el uno del otro. No llegan al dormitorio y es que Jesús tiene sed, quiere beber de él. Eugenio es tan irresistible y esos jeans le hacen un cuerpazo de escándalo. No le dice nada pero Eugenio le deja hacerle lo que quiera. Jesús le acaricia y le besa el culo.
--me encanta tu culo –jadea.
Eugenio cierra los ojos y disfruta. Jesús le baja la ropa y goza como un loca. Acaricia ese duro culo y luego lo chupa. Es el mismo Eugenio quien se da la vuelta. Jesús aún no ha probado el esperma de su amado y tiene ganas. Bebe directamente de la botella. Traga hasta la última gota con total satisfacción. Llegan a la cama, Eugenio juega con el cuerpo de Jesús hasta que él se recupera. Hacen el amor una vez más y luego se quedan ya dormidos desnudos y bien juntitos.

Jesús despierta feliz al lado de Eugenio. Es ya la segunda vez y no se acostumbra. Le parece que es un sueño del que no quiere despertar. Mira a Eugenio que aún duerme y lo mira con amor y satisfacción. Se viste sin dejar de sonreír. Está feliz y tiene ganas de gritarle al mundo lo feliz y lo enamorado que está. Le prepara el desayuno. Eugenio no tarda en despertar. Va en slips y bostezando. Se rasca la cabeza. Jesús lo mira con cariño. Lo abraza y lo besa.
--te preparé el desayuno, espero que te guste.
Eugenio le sonríe enamorado:
--como me gustaría que este sueño no acabara nunca.
Jesús lo abraza:
--por mí no va a acabar. Estate seguro de eso. No sé como voy a enfrentar a Carlos pero lo que sí sé es que no te voy a soltar tan fácilmente.
Eugenio está entusiasmado. Eso es lo que quería escuchar. Eugenio estrecha contra su pecho a Jesús.
--¡vamos a ser felices, vamos a ser feliz¡
Eugenio y Jesús se mueven casi como si bailaran. Están felices el uno en brazos del otro. Para Jesús tener el cuerpo de Eugenio y a la vez su amor son sensaciones maravillosas.
--nunca he sido tan feliz –le susurra Jesús al oído.
--Yo me siento igual –le susurra Eugenio.
Dejan el desayuno y hacen el amor una vez más. 

Llega el momento del regreso. Esos dos días se le han hecho minutos. Vuelven con un muy buen sabor de boca. Durante el viaje se miran tristes y enamorados. A penas hablan. Han vivido unas horas juntos inolvidables. A los dos les sabe mal que se tengan que acabar. 
--cuando tenga vacaciones volveremos pero con más tiempo –propone Eugenio.
Es una propuesta que nace un poco de la desesperación porque si bien está seguro que Jesús lo ama no le queda claro si se va a quedar a su lado.
--Si, claro.
--¿qué has pensando de nosotros? ¿no se acaba la cosa aquí, verdad?
Hay mucha preocupación en los ojos de Eugenio.
--No, no podría. No podría dejarte.
Eso calma a Eugenio. Está seguro que entonces no habrá ningún conflicto. Jesús no quiere pensar en eso, sea como sea su relación con Carlos ha acabado y le espera un futuro al lado de su amado pero no puede evitar pensar en todas las veces que Carlos le dijo que se moriría si lo dejaba. Eugenio y Jesús se besan largamente para despedirse.
--Nos vemos mañana…¿no?
Eugenio se muestra ansioso para conseguir una nueva cita, quiere estar seguro que son una pareja normal.
--de momento es mejor que seamos discretos…
Eugenio no lo suelta.
--No me importa mientras estemos juntos…
Jesús le pone las dos manos en la mejilla y le dice:
--te juro que pase lo que pase nada nos separará.
Eugenio lo besa sonriendo. Jesús habrá más bien para auto-convencerse que todo va a salir bien porque le asusta mucho la reacción que pueda tener Carlos. 

Benito espera a su tío impaciente. No entiende bien lo de su inesperado viaje. Jesús abraza a sobrino feliz.
--¡¡soy el hombre más feliz de la tierra¡
No puede dejar de saltar y sonreír. Benito se alegra de verlo tan bien.
--Tú has estado con un hombre y no con Carlos¿verdad?
Jesús tiene miedo de los reproches de su sobrino. Quería ser discreto pero el amor que siente por Eugenio ilumina su rostro y es un secreto a gritos. Benito abraza a su tío con fuerza.
--yo lo único que quiero es que seas feliz.
Jesús se lo agradece:
--pero Carlos se pondrá como loco…
Benito apoya a su tío totalmente:
--Carlos no podrá hacer nada… Tú única obligación es ser feliz.
Las palabras del chico animan a Jesús, le hacen pensar que es posible un futuro feliz al lado de Eugenio. 

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