domingo, 2 de agosto de 2020

Capítulo 2


Comienza un día más. Para Jesús ver a Eugenio es lo único que le importa. Llega al trabajo con ilusión pero se derrumba cuando no lo ve. “Atraca” una pastelería. Comienza a tragar dulces para compensar la rabia y el dolor que siente 


Al día siguiente, Jesús despierta de un mal genio.
--A ti se puede saber ¿Qué te pasa? Un día despiertas contento y otro feliz –le reclama Carlos.
Jesús se va sin darle explicaciones. Carlos supone que son problemas del trabajo, que no se adapta bien al nuevo empleo. No se da cuenta que es su relación de pareja la que está en peligro. 

Mientras hace su habitual reparte por el centro, la misma zona en la que reparte Eugenio, Jesús está histérico. Mirando a todos los lados para asegurarse que no se le escapa. Y de repente un golpe… Y se encuentra con los ojos de Eugenio. Jesús se derrite, se ha chocado nada más y nada menos que con el hombre que ocupa sus pensamientos. El choque se ha producido al girar una esquina. Eugenio concentrado en su trabajo y Jesús buscándolo por todos los rincones. Jesús se sonroja como un adolescente. Está muy exaltado. Eugenio se disculpa con ternura. Sus respectivos sobres han caído al suelo. Los dos se agachan a la vez para recogerlos. El cuerpo del uno a tocar del otro, sus lados a penas un par de centímetros… Se miran con profundidad. Eugenio se muestra sereno aunque traga saliva nervioso por dentro. Jesús está ardiendo. Desea besar los labios de su amado pero a la vez está paralizado por la emoción. No es capaz de decir nada. No mueve ni un solo músculo. Es Eugenio quien separa los sobres, quien coloca uno encima de otro y se los entrega a Jesús. Éste está deslumbrado, embriagado de amor y deseo. Excitado por la presencia del guapo hombre. Eugenio se disculpa nuevamente.
--¿te encuentras bien? –se pregunta sorprendido.
Jesús no es capaz de hablar. Hace que sí con la cabeza. Eugenio sigue su camino y Jesús se queda quieto contemplándolo. Eugenio se gira y sonríe con cariño al ver a Jesús mirándolo. Jesús se ruboriza, no le sostiene la mirada. Se aparta de su vista. Sonríe y suspira como un adolescente. Vibra de deseo al tenerlo tan de cerca… Lo ama y lo desea, está loco por él. Fueron los mejores amigos durante la escuela. Broman, juegos… Desnudos en la ducha después de un partido y Jesús tragando todo el amor y el deseo que siente cuando sólo el aroma de él lo hacía enloquecer.
--¡ya no puedo más..¡
A su lado tiene a un hombre bueno que lo ayudó en su peor momento cuando estaba herido de muerte al darse cuenta que Eugenio nunca sería para él.
--¡él es hetero…¡ ¡¡HETERO¡ --no hace más que repetirse.
Jesús quisiera cerrar los ojos y que al abrirlos Carlos hubiera desaparecido de su vida y que fuera Eugenio quien ocupara su lugar de Carlos. Jesús está convencido que con Eugenio sí sería feliz plenamente toda la vida.
--Me encantaría vivir eternamente con él –dice para sí—pero eso es un sueño que nunca se hará realidad.

Durante los días siguientes los ex amigos no se encuentran y Jesús se muere de la angustia.
--¿y si está enfermo?¿y si lo han despedido y no lo vuelvo a ver? –no hace más que preguntarse. 
Siente una pena que lo está consumiendo. Se siente horrible. Una mañana más llega a correos y como en los días anteriores se entristece porque no lo encuentra. No hace más que mirar a la puerta por si llega pero esto no ocurre. Después de hacer sus trámites, Jesús abandona el edificio desilusionado. Justo en la puerta se lo encuentra. Está descargando cajas de una furgoneta. No sabe como ha logrado esconder las enormes ganas que tenía de abrazarlo. Por los nervios y la frustración de saber que él no corresponde a sus sentimientos y que le podría molestar si es demasiado efusivo se va saludándolo de prisa. Se ha mostrando frío cuando por dentro se ha muerto de alegría. Se va alejando pero eso sí, a menudo, se gira para verlo. Se espera en la esquina. Lo va observando hasta que entra. Su belleza y simpatía lo tienen cautivado:
--pero es hetero. No hay nada que yo pueda hacer para cambiar eso. Si no lo logré cuando éramos amigos… Ahora se reiría en mi cara
No lo entendería… --se dice con resignación.

De nuevo ha llegado el fin de semana. Carlos espera ansioso el sábado. Su relación de pareja ha caído en una rutina pero él no le ve problemas. Es Jesús quien pone la excusa del trabajo y ha logrado que el sábado sea el único día de la semana en el que hacen el amor. El sexo siempre había sido algo que le gustaba mucho a Jesús pero ahora es una verdadera tortura. No le apetece hacerlo con Carlos. Carlos tiene su cuerpo pero su alma pertenece a Eugenio. Gracias a él no lo pasa del todo mal. Cierra los ojos y se imagina que es con Eugenio con quien está. Luego no puede ni mirar a los ojos a Carlos. Para consolarse piensa en sus encuentros con Eugenio, en una semana nueva que implica una nueva oportunidad de verlo. Mientras duerme en brazos de su pareja, Jesús sueña con Eugenio. Están los dos en un auto. Maneja Eugenio y Jesús está a su lado. Se miran enamorados. Eugenio, en un momento dado, le agarraba de la mano y le decía:
--ahora sí no te dejaré escapar…
Jesús se despierta con una agradable sensación. Además ¡ya es lunes¡ Tiene más ganas que nunca de ver a Eugenio. Está feliz y nostálgico. Desea verlo. No quiere enfrentarse a Carlos así que se va antes que éste despierte. Al rato, Jesús se encuentra comenzando sus obligaciones. Su primera parada es casi siempre correos. Está ya en la fila cuando entra Eugenio. Aunque lo ama y disfruta viéndolo, Jesús prefiere que sea en la distancia. Teme un acercamiento entre él y Eugenio. Ser amigo del hombre al que ama fue una tortura en el pasado y no quiere volver a repetir la experiencia. Es débil y no puede evitar sonreír. Es una sonrisa débil. Eugenio nunca se ha atrevido a acercarse para no molestar a Jesús. Eugenio sonríe contento al darse cuenta que a Jesús no les es indiferente verlo. Esperan juntos en la fila y hablan de todo y de nada. Es más bien Eugenio el que habla. Está contento de volver a tener tratos con Jesús. Eugenio se muestra sonriente y amable y Jesús está muy contento. Se le olvida todo. Van juntos hacia la moto de Eugenio, mientras se pone el casco sigue hablando. 
--Podíamos ir algún día a tomar algo… --va diciendo.
Aunque está feliz de haber estado hablando con él, Jesús luego siente rabia contra sí mismo por haberle demostrado que le gusta estar con él. No quiere mostrarse débil, no quiero volver a cae en lo de antes.  Hubo un momento en el pasado en el que creyó que Eugenio le correspondía y se sintió burlado cuando lo vio besándose con una chica. Pese a los años que han pasado es una herida que aún le duele así que no quiero volver a caer en lo mismo. Eugenio se muestra simpático pero Jesús cortante simplemente se despide de él de una manera brusca y se va sin mirar atrás. De haberse girado hubiera visto la cara de pena de Eugenio y posiblemente habría caído a sus pies. Eugenio le aturde mucho a Jesús y no quiere que trastorne su vida. 
--¡me tengo que alejar de él, tengo que alejarlo de mis pensamientos¡¡


Como siempre busca refugio en casa de su amiga. Ésta no está pero siempre deja la llave escondida bajo el felpudo. La mujer está haciendo limpieza. Jesús va caminando por la casa nervioso y ansioso, con ganas de hablar con ella. Sin querer da una patada a una de las bolsas de basura. Al ir a recogerla se topa con fotos. Se le desencaja el rostro por el dolor. 
--¿¿¡QUE ES ESTO?¡
Son fotos de un jovencísimo Eugenio, solo y con ella abrazado y besándose. Raquel llega en ese momento. Jesús se le enfrenta loco de rabia.
--¿¿QUÉ HACES CON ESTO? –le reclama Jesús con rabia.
Raquel se las saca de la mano. Es algo de lo que no le gusta hablar.
--No, nada… Debí tirarlo hace años.
--¡pero no lo has tirado… ¿¿es qué…? –le reclama con odio.
--fue antes que tú lo conocieras, él me desvirgó¡ Luego hizo ver que no me conocía¡
Aunque Raquel quiere mostrarlo como algo de su pasado que no tiene importancia es algo que le duele mucho y Jesús sabe porqué.
--¿¿¡él? ¿es él quien te dejó preñada y no quiso saber nada? ¿¿fue su hijo el que abortaste? Raquel no quería que su amigo supiera que se enamoró del hombre que más daño le hizo en la vida. Se lleva las manos al vientre:
--Para ti el nombre daba igual, ni lo conocías. Yo llevaba un hijo en su vientre. El único hijo que voy a poder tener. Acabé convenciéndome que lo mujer era abortar, no pensé que como consecuencia quedaría estéril.
Jesús la abraza. Siente celos porque su amiga se acostó con su amado pero a la vez siente rabia por el daño que el hombre de sus pensamientos le hizo. Se jura así mismo que se arrancará de su corazón lo que siente, que jamás volverá a acercarse a Eugenio y que lo odiará siempre. Es un juramento que lo mata por dentro. Raquel le asegura que Eugenio no le importa pero Jesús no quiere amar a un hombre que se comportó de una manera tan miserable con alguien que es como su hermana. 

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