domingo, 2 de agosto de 2020

Capitulo 4



Eugenio y Jesús se reencuentran mientras trabajan después de unos días sin verse. Jesús siente deseos de verlo pero aún le duele que la última ocasión que se vieran, cuando Eugenio diera marcha atrás para no coincidir con él. Ahora tiene una buena oportunidad de hacer lo mismo. Jesús tiene que ir a un banco y Eugenio ya se encuentra en el interior. Desde dentro Eugenio lo mira a Jesús con dureza. Es una mirada también desafiante como advirtiéndole que no se atreviera a entrar, que diera media vuelta tal y como él lo hizo la otra. Aunque en realidad eso no es lo que quiere Eugenio. No dará nunca un primer paso pero desea un acercamiento con Jesús. Jesús duda por unos segundos. Desea demostrarle su rechazo pero por dentro desea estar cerca de él. La excusa que se pone así mismo para entrar es:
--No le tengo porque seguir el juego. Ya somos mayorcitos para estas tonterías.
Respira fuerte:
--que sea lo que tenga que pasar.
Y entra. Tiene miedo de la reacción de Eugenio pero quiere sentirlo a pocos pasos de él, embriagarse de su belleza, gozar de él aunque se muestre antipático. Se coloca detrás de él en la fila, a pocos centímetros uno de otro. Eugenio se mantiene firme, sereno. Está dolido por la forma en la que le habló. Jesús está excitado, nervioso.
--¡¡es tan sexy de espaldas¡ --dice para sí.
Jesús dice ¡hola¡ y Eugenio lo saluda sin nada de interés. Sin ni siquiera mirarlo. A Jesús le duele pero está demasiado cautivado para que eso le importe. A Eugenio ya le toca el turno. Se acerca al cajero y Jesús no le saca los ojos de encima.
--me encanta su culo –dice para sí.
Eugenio abandona el banco. No le dice nada a Jesús. Esto le a pena a Jesús, quiere decirle algo pero tampoco tiene tiempo ya que Eugenio se va como un rayo. Jesús sigue con su trabajo alterado.
--¡¡te lo tienes que sacar de la cabeza. Es un cerdo y además te odia¡
Aunque quiere aparentar que le da igual el supuesto odio de Eugenio piensa que es mejor.
--¡no me interesada nada de él¡



En su casa lo espera Carlos. Es de nuevo viernes.
--¡mañana es al fin sábado¡
Carlos no tiene espera. Se muestra pícaro:
--¿estás muy cansado? ¿no te apetece hoy?
Carlos está impaciente por saborear el cuerpo de su hombre después de una larga semana.
--No, espera a mañana. Hoy estoy muy cansado –dice Jesús con amargura.
Carlos se resigna.
--deberías buscarte un trabajo en el que no tuvieses que caminar tanto… --le dice.
Pero Jesús ya no le escucha. Se ha tumbado en la cama. No se puede sacar a Eugenio de la cabeza. 
--Si igual voy a pensar en él, ojalá nunca hubiera sabido lo de Raquel. Era mejor como estaban las cosas antes.
Pero el tiempo no se puede echar atrás. 
--ojalá desapareciera de mi vida, ya me ha desestabilizado bastante. Ojalá pudiera volver a estar bien con Carlos.
Pero es un deseo que nace más bien de la obligación y del dolor de saber que por un lado su amor es imposible y que por el otro ese hombre le hizo mucho daño a su amiga. 

Días después, sale en la calle la revista donde está publicada la historia “El dolor de Amar a un hetero” Por Jesús Assunçao. El hombre espera que en los próximos días mucha gente lea su historia. Se le hace extraño esa nueva faceta suya. Nunca pensó en escribir y menos que Eugenio fuera su fuente de inspiración pero le hace ilusión tener algo publicado en una revista que se puede encontrar de forma gratuita por toda la ciudad y alrededores. Carlos está un poco inquieto.
--¿a quien se la dedicaste? ¿es el payaso ese que te hizo daño antes que yo te conociera?
Aunque se ha encargado de decir que no le importa, Carlos no puede evitar sentir celos de que su pareja le haya dedicado una historia a otro y lo somete caso a un interrogatorio de quinto grado para saber a quien está dedicada la historia.
--No es nada. Es que ni me acuerdo. Fue una tontería de juventud, ni sé exactamente a quien se la dediqué.
Jesús teme que esa historia le cree un problema con Carlos. Se han apoyado tanto, no le es fácil pensar en una ruptura. Carlos se muestra mimosón.
--¿porqué no me convences que no tiene importancia?
Jesús conoce esa mirada, esos gestos. A Carlos siempre le ha encantado que su chico le hiciera sexo oral en cualquier momento. A Jesús también le encantaba. Parece que ha pasado tanto tiempo desde entonces. Tiene que salvar esa relación, no puede dejar que se estropee por culpa de Eugenio. Cierra los ojos, Carlos sonríe con cara de depravado mientras su hombre le hace ese trabajo. Con el gran rabo de Carlos en su boca, Jesús no quería pensar en nada pero no puede evitar pensar que es a Eugenio a quien se la está chupando. Recuerda todas las veces que lo tenía desnudo y se tenía que controlar pero no tirarse encima de él. Carlos se queda satisfecho y relajado. Mientras Jesús se limpia la boca no puede evitar pensar en Eugenio. Eso lo excita pero a la vez lo asusta.
--¿qué pasará si la lee? –piensa.
No quiere ni imaginarse lo que pensará si lee esa historia y se reconoce en ella.
--espero no volver a verlo nunca –se dice para sí no muy sinceramente.
Eugenio ha trastornado toda su vida. Por un lado a Jesús le hubiera gustado no haberlo vuelto a ver pero por otro lado le hace sentir muy bien, vivo estar cerca de él aunque luego se sienta fatal cuando no lo tiene.


--Tú y yo tenemos que hablar –escucha Jesús que le dice la dulce voz de Eugenio que es como una caricia.
Jesús estaba haciendo unos recados en el centro cuando esa voz le hiela la sangre. Tiene a Eugenio a su lado. A Jesús le tiembla hasta la piel. Por unos segundos se queda clavado en el sitio. Está hechizado. Eugenio hace intención de ponerse delante de él pero, para sorpresa de Eugenio, Jesús sale corriendo. 
--¡¡ha leído la historia, sabe que estoy loco por él¡

Jesús es consciente que se está comportante como un adolescente y no como un hombre de treinta años pero tener a Eugenio a su vera le hace sentir como aquel estudiante que estaba loco por su amigo, que era feliz estando a su lado hasta el día que Eugenio le dijo esas mismas palabras que le ha dicho hoy, el día que Eugenio le dijo que no era gay y que nunca tendría nada con él. Jesús no puede ni quiere volver a pasar por lo mismo otra vez. No quiere reconocer lo que siente ante Raquel pero tampoco tiene donde ir.
--Es que su voz sonaba tan amable, seguro que podríamos volver a empezar, que podría volver a ver esa mirada y esa sonrisa cordial que lo cautivaron.
--Él no es gay.
Jesús siente que Raquel le está reprochando que no cumpla con la promesa que le hizo.
--Sí es verdad, sabe que estoy a sus pies y seguro que lo que quería era humillarme. ¡¡Nunca le voy a perdonar lo que te hizo¡
Raquel se muestra amable:
--Me duele el pasado pero él me da igual. Ya han pasado quince años desde entonces. Sí me siento frustrada por no poder ser madre pero ya Eugenio me da igual. Podrías tener algo con él si quisieras.
Jesús siente que se le va a salir el corazón por la boca.
--¿en serio no te importaría?
Raquel lo mira con cariño. Agarra su mano y le dice:
--a mí no pero a Carlos sí y supongo que a su chica también le importaría…
Jesús se levanta del sillón. Se lleva las manos a la cabeza.
--¡¡¡no es gay, no es gay…¡¡ ¡no hace más que repetirse¡

Eugenio por su lado, está a solas en su apartamento. Lee la historia de su amado con tristeza.
--Debió amarme mucho como para escribir esto.
Siente mucha rabia.
--¡¡¿¿porqué no lo tomé en serio?¡
Le gustaba tener a Jesús a sus pies. Ni él mismo ahora sabe porque no le dio gusto y tuvieron algo.
--tal vez no hubiera ido bien.
A Eugenio le duele pensar que es el pasado de Jesús. Un pasado que quiere olvidar.
--pero ¿porqué escribir esta historia?
Su corazón se acelera pensando que pueda ser posible que exista algo con su amigo pero luego recuerda que Jesús tiene pareja y eso le duele mucho.
--Ahora es el otro quien lo tiene a sus pies –se dice con amargura.

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