Un guapísimo hombre de 30, llama sofocado a casa de una chica. Ésta lo recibe muy cariñosa.
--¿tú por aquí, Jesús?
--¿te molesto, Raquel?
Raquel se da cuenta que su amigo necesita hablar. Siempre es lo menos. A veces le aburre pero se conocen desde siempre y lo apoya.
--¿es otra vez, Eugenio?
Jesús vibra cada vez que escucha ese hombre. Raquel actúa casi como si psicóloga. Él se tumba en el sofá. Ella en el suelo, a sus pies. Lo escucha con paciencia.
--No puedes seguir así. Tienes que hablar con Eugenio.
--¿olvidas que tiene novia? –dice Jesús con amargura.
Raquel mira a su amigo fraternalmente:
--Y tú tienes casi marido. Eso no tiene nada que ver.
Jesús no sabe como controlar lo que siente:
--Una vez, cuando nos conocimos en el instituto, estuve apunto de confesarle todo. Antes que yo hablara él me dejó claro que le encantan las mujeres. No tiene sentido que ahora le diga lo que no me atreví a decirle hace más de 10 años.
--Le harías daño a Carlos.
Que él tenga pareja lo complica todo. Le hace sentir culpable.
--Es que me paso todas las horas pensando en él, persiguiéndolo, provocando encuentros con él. Ni de adolescente me comporté de una forma tan loca.
Raquel suspira. No sabe qué decirle. En realidad lo que Jesús necesita es desahogarse. No que su amiga le conteste, ni le debata lo que le cuenta.
--Desde que conocí a Eugenio entró en mi corazón con fuerza y ahora, después de tantos años, se ha despertado con una fuerza tan intensa que amenaza con arrasarlo todo. Me hace sentir tan bien y a la vez tan mal. Deseo que esto acabe y no quiero. No puedo vivir con esta alegría, con esta angustia permanente pero no quiero volver a la vida de antes. Echaría en falta lo que siento ahora, echaría de menos a Eugenio.
Jesús suspira enamorado al mencionar el nombre de su amado. Se detiene para tomar un poco de aire. Raquel no esperaba que fueran tan intensos los sentimientos de su amigo. Se queda callada, lo mira fijamente como pensando “¡estás loco¡” Él y Eugenio son dos hombres de 30, Jesús es consciente que ninguno de los dos tiene edad para este tipo de juegos pero Eugenio le hace sentir muchas cosas y Jesús no se quiere conformar con breves encuentros. Ambos comparten trabajo. Son mensajeros de diferentes empresas y se van encontrando durante la semana en correos, en algún banco o simplemente por la calle.
--¿y él qué hace? No sé… A lo mejor le gustas.
Jesús sonríe con tristeza. Está seguro que no, que Eugenio no siente nada por él.
--Se me nota demasiado que estoy loco por él. Me habría dicho algo.
--pero ¿cómo se comporta?
Jesús siente escalofríos de placer cada vez que piensa en Eugenio.
--Siempre me sonríe mucho y me saluda cordialmente pero jamás se detiene.
--¿y porqué no das tu el primer paso? No me vas a decir que a estas alturas eres tímido--dice Raquel burlona.
Jesús nunca había sido vencido por un hombre de esa manera porque nunca había estado enamorado.
--es que cuando le hablo me pongo muy nervioso.
Raquel se aguanta la risa. No se quiere burlar de su amigo pero le cuesta mucho no hacerlo. Jesús es consciente que no es normal su comportamiento.
--Sé que me comporto como una niña de 15 años y no como un hombre hecho y derecho, un hombre con pareja de hace años pero no lo puedo evitar. No me sentía así desde buf… Ni lo sé…
--Lo que a ti te pasa pues es bien sencillo, no te tiene que caber ninguna duda de lo que es. Si fuera tú yo estaría contenta y me moría de ganas por gritarle al mundo lo que siento.
Jesús tiene pareja y eso le hace vivir lo que siente por Eugenio con culpa:
--Pues en cambio yo no me atrevo ni a confesármelo a mí mismo.
Entre Jesús y Carlos todo ha ido bien en estos años de convivencia. Carlos no entendería una ruptura y Jesús se siente comprometido con su pareja. No, no quiere aceptar que está enamorado de Eugenio. No puede romper una relación sólida por un hombre al que de hecho apenas conoce porque hace una década que no sabe de él y que por lo que sabe es hetero. Se quiere convencer de que lo que siente por Eugenio no es profundo y que se irá de la misma manera inesperada en que ha llegado.
--No es por angustiarte pero de Carlos jamás me has hablado de la misma manera que me estás hablando de Eugenio. Es que ni cuando comenzaste a salir con él te hacía sentir las mismas cosas.
Jesús se levanta. Está demasiado ansioso como para estarse quieto. Va caminando mientras busca excusas para justificar lo que siente.
--Carlos me hace sentir amor, Eugenio es sólo atracción. Una fantasía. Me atrae lo prohibido, es una simple fantasía y como tal lo tengo que tratar--dice para auto-convencerse.
Pese a que se lo cuentan todo, Jesús no se anima a contarle la verdad a su amiga. No le cuenta que ver a Eugenio la hace sentir como drogado y cuando se le pasa el efecto siente dolor y ansiedad. También celos, celos de la mujer que lo tiene en su cama, en su vida. Le gustaría cambiarse por ella aunque fuera un instante. Raquel le pone la mano en la pierna. Lo trata de una manera fraternal.
--tenemos todo el fin de semana por delante. ¡tenemos que hacer algo divertido¡
Jesús pone mala cara. No le apetece hacer nada. Son dos días en los que no tiene posibilidades de ver a Eugenio y eso le parece terrible. Se le hace difícil y dura la espera hasta llegar al lunes. Raquel no piensa dejarlo solo.
--¡nos vamos a divertir quieras o no¡
Jesús no mueve ni un solo músculo de la cara. No se lo pondrá fácil a su amiga.
Llega el lunes y con el lunes su posibilidad de encontrarse con Eugenio. Carlos está desnudo en la ducha mientras que Jesús se viste contento. Canta y silva. Carlos mira a su chico sorprendido.
--Eres la única persona que conozco que es feliz los lunes.
Jesús fuerza una sonrisa para que Carlos no sé de cuenta.
--¿ya te vas?
--si, es que quiero llegar pronto.
Jesús le da un ligero beso en los labios y sale ansioso como si tuviera una cita. No ver a Eugenio sería como morirse. El hombre se le ha metido en la sangre y lo necesita. Necesita verlo aunque sea un momento, aunque sea de lejos. Así mismo trata de prepararse ante la posibilidad de no verlo. Aunque conoce más o más sus movimientos siempre es posible que cambie algo y no se vean a diario.
--¡hoy sí, hoy sí¡ --suplica desesperado.
Necesita de su mirada de la misma manera que necesita el aire para respirar.
--Espero no dejar de verlo nunca. Ahora que lo he reencontrado no soportaría volver a vivir sin él. Mientras ninguno de los dos pierda el trabajo pues supongo que podamos seguir viéndonos.
Jesús confía en eso.
Se encuentran en la puerta de la oficina de correos. Eugenio está ya fuera con la moto. Jesús se agita todo cuando lo bien. Sus hormonas saltan locas de alegría. Eugenio lo saluda con dulzura y Jesús entra en el edificio como un rayo. Le hubiera gustado quedarse a hablar con él pero no se atreve.
--además no tiene caso, él es hetero y yo no podría ser jamás su amigo --se dice para sí.
Ya lo intentó una vez y no funcionó. Cuanto más tiene de él más lo desea, más ansiedad le crea y al final acaba sufriendo. Le gusta verlo pero como sabe que es imposible prefiere conformarse sólo con eso, con verlo a la distancia. No quiere volver a sufrir por el amor de ese hombre como le pasó en su época de estudiante. Aunque sí le sabe mal haber coincidido con él justo en el momento que se iba y no poder gozar de su presencia un rato más aunque fuera en silencio. A medio día, a solas sobre su cama, cierra los ojos y se imagina que Eugenio lo ama y que Jesús es libre y ambos se besan apasionadamente. Se aman. Siente que no es sólo algo momentáneo, que Eugenio no le está dando sólo su cuerpo sino también su alma. Jesús abre los ojos y se topa con la realidad, una realidad que se le hace cada vez más dura. Se da una ducha fría. Desnudo frente a la computadora se dedica a escribir siempre pensando en él. Es una historia que le permite soñar que él y Eugenio se aman y son felices juntos.
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